En mi equipaje siempre llevo una bolsa azul llena de sueños, antes era muy grande y pesaba lo que pesa una pluma, ahora más bien pequeña y su peso es de más de un millón de plumas. No es malo tener una infinidad de deseos sobre lo que uno quiere que ocurra, porque con el paso del tiempo algunos se cumplen dándonos cuenta que no eran tanto sueños, o al menos no eran tan grandes. Otros que no se cumplen pasan a formar parte del olvido ya que según somos más sabios los vemos inútiles. Según se llega a la senectud y se forjan en la madurez las ideas, uno aprecia los sueños vencidos en el campo de batalla de la vida, otros se muestran inalcanzables a pesar de tenerlos frente a uno. De los míos aún quedan algunos que puedo cumplir y pocos que mi consciencia me dice que nunca podré realizar, por ellos me debo hacerdor de los posible y evito la futilidad de beber ...