Una mirada al mundo de Fátima

En el parque, yo solo... Han cerrado y, olvidado en el parque viejo, solo me han dejado. La hoja seca, vagamente, indolente, roza el suelo... Nada sé, nada quiero, nada espero. Nada... Solo en el parque me han dejado olvidado, ...y han cerrado.

Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía. Luego cuando muchachos los viejos eran gente de cuarenta un estanque un océano la muerte solamente una palabra. Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en cincuenta un lago era un océano la muerte era la muerte de los otros. Ahora veteranos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser la nuestra.

Te echo de menos En la soledad de mi cama, perdido entre las sábanas, abrazando mi almohada, despertando entre lágrimas. Te echo de menos; Cuando la noche termina, igual que las anteriores, soñando tus amores, y las caricias que no germinan. Te echo de menos; Al nacer el nuevo dia, cuando la lluvia me moja, y el viento se me antoja como los besos que me darías. Te echo de menos; Entre el ruido de mi ciudad, buscando un susurro tuyo, para eliminar ese murmullo, que me devuelve a la realidad. Te echo de menos En la paz del campo, a la sombra de un pino, imaginando mi destino, a tu lado y sin llanto. Te echo de menos; En la sal del mar, en el azul del cielo, en los ojos que anhelo, poderme reflejar. Te echo de menos; Pero no en mis sueños, aquí no te extraño, ni tu ausencia me hace daño, por que en ellos, soy tu dueño. Y aún así, te echo de menos.

¿Alguna vez dejaste el corazón atrás? ¿Alguna vez llovió el olvido sobre tu sombra? ¿Alguna vez durmió la luna sobre tus ojos? No sé quién soy, pero te busco entre los pliegues confusos del recuerdo, te busco en el forro de las aguas sin luz, te busco dentro, en la botella amamantada de silencio. No se quién soy y, sin embargo, persigo el bronce de tu quimera solitaria, el sueño de coral amurallado que congela el llanto y vuelve humo la pena, el ritual sagrado de vuelo que late en tus alas de princesa cenicienta. Sé que tu boca madura la sal y vuelve éter el miedo, que hay distancias que sueñan eclipses y abrazos que bordan el aire o espirales de besos que trepan columna adentro. Por eso, tal vez, eres espejo, laberinto viejo de cristal donde se fragua el deshielo.

A la luna le pido que me conceda el deseo de poder verte, Poder acariciarte, poder sentirte… Al Sol le pido que alumbre tu camino, Que te proteja y que encienda tu corazón Para que pueda reflejar lo que siento por ti. A las estrellas les pido que de parte mía Te digan lo mucho que te quiero, que te necesito y que te extraño. A Dios le pido que no te aparte de mi, que te tenga cerca, porque sin ti no se que seré y por favor te recuerde lo mucho que TE QUIERO. A la noche le pido que en su bello oscurecer, ilustre una foto mía para que me veas y no te olvides de mi. A mi corazón le pido que no deje de palpitar, que te siga esperando porque se que llegaras. Al aire le pido, que te acaricie por mí, que tú lo puedas respirar y que al respirarlo, respires mi perfume. Al agua le pido que cuando te roce, acaricie tu piel con cariño y dulzura de parte mía. A mi misma me pido, que aguante, que yo sé que tarde o temprano tu vendrás a mi. Y a ti, te pido que me quieras al igual qu

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La señora, dio cuatro pasitos desde la cama al baño, y ahí empezó la tragedia. Primero fueron unas pequeñas convulsiones, siguieron las flamitas azuladas entre sus piernas, y por último, el desmayo y la gran combustión. Su marido -también de 72 años de edad- permanecía observando todo pero sin poder hacer nada. Cuando su amada esposa, ya era un montoncito de cenizas grises y humeantes, Don Gumersindo, después de tapar su desnudez con una toalla que permanecía en el piso, decidió llamar a la policía y al Cuerpo de Bomberos. Eso que ven en el centro de la habitación - les dijo señalando con el dedo índice derecho - son los restos mortales de mi mujer. La mujer más maravillosa y caliente que jamás existió en este planeta. Y ya no pudo resistir tanta presión emocional. El llanto y la tristeza, acompañaron al Sr. Gumersindo durante el resto de su vida.